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Historia entre dos orillas

Desde tiempos remotos, el Puente de Eume ha sido el lazo que une las dos orillas del río, conectando Pontedeume con Cabanas y sirviendo de paso a viajeros, comerciantes y peregrinos.

Su historia se remonta al siglo XIV, cuando Fernán Pérez de Andrade reemplazó la antigua pasarela de madera por un imponente puente de cantería con 78 arcos apuntados. A lo largo de los siglos, su estructura ha cambiado, pero su esencia sigue intacta: un testigo de la historia que, entre piedras y corrientes, sigue guiando a quienes lo cruzan.

Su silueta se refleja sobre las aguas del río, en un entorno donde la historia y la naturaleza se entrelazan en perfecta armonía. Caminando sobre sus 15 arcos actuales, es fácil imaginar el bullicio de los peregrinos que antaño pasaban por él

<meta charset="utf-8">La leyenda del Puente de Eume

Más allá de su valor arquitectónico, el Puente de Eume forma parte del paisaje vivo de la comarca.

Hoy en día su nombre se asocia claramente al río Eume, pero su origen se vincula con una leyenda. Según cuentan, el diablo construyó este monumental puente para reclamar el alma de una hermosa joven que poseía tierras en ambas orillas y que quedó atrapada lejos de su castillo. Por suerte, la joven logró burlar al diablo, dejando solo el testimonio de su hazaña en la piedra y en la memoria del pueblo, dándole al puente el nombre de "Ponte do Demo," que, con el tiempo, se transformó en "Ponte de Eume".

Una postal para cada estación

El Puente de Eume no es solo un punto de paso, sino un lugar donde detenerse, observar y conectar con el entorno.

En primavera, cuando los árboles florecen y el río toma una tonalidad más cálida, el puente se convierte en el escenario perfecto para una caminata entre el renacer de la naturaleza. En otoño, el crujir de las hojas caídas y los colores dorados que rodean el puente crean una atmósfera única. Ya sea disfrutando del paisaje en una tranquila caminata o admirando la puesta de sol sobre el río, cada visita ofrece una nueva manera de sentir este rincón único del Eume, en cualquier estación del año.